Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Capítulo treinta y uno


Del signo decimoctavo y de sus desgracias y de mala fortuna de los que en él nacían

El decimoctavo signo se llama ce écatl. Dezían que era mal afortunado, porque en él reinava Quetzalcóatl, que es dios de los vientos y de los torvellinos. Dezían que el que nacía en este signo, si era noble, sería embaidor, y que se trasfiguraría en muchas formas, y que sería nigromántico y hechizero y maléfico, y que sabría todos los géneros de hechizerías y maleficios, y que se trasfiguraría en diversos animales; y si fuesse hombre popular o macegual, sería también hechizero y encantador y embaidor de aquellos que se llaman temacpalitotique. Y si fuesse muger, sería hechizera de aquellas que se llaman mometzcopinque. Y estas hechizerías estos hechizeros aguardavan a algún signo favorable para hazerlas, uno de los cuales era chicunaui itzcuintli, y otro chicunaui miquiztli, y otro chicunaui malinalli. Y todas las casas novenas de todos los signos les eran favorables para estas sus obras, las cuales son contrarias a toda buena fortuna.

Los que eran de este oficio siempre andavan tristes y pobres; ni tenían qué comer ni casa en que morar, solamente se mantenían de lo que les davan los que les mandavan hazer algún maleficio. Y cuando ya havían acabado de hazer sus maleficios, y era tiempo que acabassen su mala vida, alguno los prendía y les cortava los cabellos de la corona de la cabeça, por donde perdía el poder que tenía de hazer hechizerías y maleficios; con esto acabava su mala vida, muriendo.

Aquellos hechizeros que se llaman temacpalitotique, o por otro nombre tepupuxacuauique, cuando querían robar alguna casa, hazían la imagen de ce écatl, o de Quetzalcóatl. Y ellos eran hasta quinze o veinte los que entendían en esto, y ivan todos bailando a donde ivan a robar. Y ívalos guiando uno que llevava la imagen de Quetzalcóatl y otro que llevava un braço, desde el codo hasta la mano, de alguna muger que boviesse muerto del primer parto; las cortavan a hurto el braço izquierdo. Y estos ladrones llevavan un braço de éstos delante de sí para hazer su hecho; uno de ellos que iva guiando le llevava en el hombro. Y en llegando a la casa donde havían de robar, ante que entrassen dentro de la casa, estando en el patio de la misma casa, davan dos golpes en el suelo con el braço de la muerta, y en llegando a la puerta de la casa, davan otros golpes en el lumbrar de la misma casa con el mesmo braço. Y hecho esto, dizen que todos los de la casa se adormecían y se amortezían, que nadie podía hablar ni moverse; estavan todos como muertos, aunque entendían y bivían lo que se hazía; otros estavan dormidos roncados. Y los ladrones encendían candela y buscavan por la casa lo que havía que comer, y comían todos muy de reposo; nadie de los de casa les impedía ni hablava; todos estavan atónitos y fuera de sí. En haviendo muy bien comido, y consolándose, entravan en los cilleros y bodegas y arrebañavan cuanto hallavan, mantas y otras cosas, y lo sacavan todo fuera, oro y plata y piedras y plumas ricas. Y luego hazían de todo cargas y se las echavan a cuestas y se ivan con ellas. Y antes de esto dizen que hazían muchas suziedades y deshonestidades en las mugeres de aquella casa; y cuando ya se ivan, luego se ivan corriendo para sus casas con lo que llevavan hurtado. Y dizen que si alguno de ellos se asentava en el camino para descansar, no se podía más levantar y quedávase allí hasta la mañana, y tomávanle con el hurto y él descubría a los demás.